Tras la primera noche en la tierra de las Galletas y cuidarnos bastante mal en un hotel de cinco estrellas (Ya sabeís es que somos unos osados) Nos subimos en un autobús rumbo de Tortuguero.
Lugar habitado por aves, ritriles y demas birtxos....ah! y Tortugas si es que las pillas en época, que por supuesto, nosotros no las pillamos.
Bueno tras unas primeras horas de contacto con las fabulosas carreteras costarricenses, es decir, botando como si estuvieras en el saltamontes ese que ponen en fiestas, llegamos hasta nuestro destino. Eso sí, antes vimos a nuestro primer mono, llenos de emoción e intentando sacarle una foto como niños grandes...como cambiarían las cosas una semana después.
Surcamos los canales habitado al único caiman con ganas de posar frente a la prensa, unos cuantos gulartos, ademas de algún que otro pájaro con mucha pluma colorada hasta llegar a nuestro nuevo hogar, una pequeña cabañita perdida.
Una casita de madera, con dos mecedoras muy cucas donde decidimos que había que darle un aire sureño a este viaje. Así nacieron Rob y Bob.
Porque si bien el año pasado fueron Trosky y Leboswky los encargados de viajar por el país del tango esta vez decidimos que nadie mejor que un par de recios sureños para descubriros los misteros del peligroso país de las Galletas y el tesoro escondido bajo sus playas.
Así concluyó nuestro segundo día, con un cansancio y un estress que no veas, vamos.
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