En todo viaje que se precie, suele existir una frase que se repite una y otra vez, y que inevitablemente vuelve a la cabeza del viajero cuando recuerda los lugares en los que estuvo.
A pesar de que adoramos este pedazo de tierra en el lado bonito del charco, hay que reconocer que a veces se hace complicado llevar su caos, todo lo hacen como va viniendo. Pero sobre todo, si algo queda claro, es que se toman la vida con calma, todo sin prisa, todo a su ritmo, todo con una tranquilidad pasmosisisisisisisima. Cuando uno pide la comida se van al bosque, talan un arbol y toman una piedra, construyen un hacha, se van a cazar una vaca, buscan silex y hojarasca para hacer un fuego, van despedazando la vaca, cortando los filetes y al cabo de a penas 8 o 9 horas ya tienes tu chuleta a punto, siempre y cuando, claro está, se acuerden de traer tu comida, o incluso de que estás en el restaurante. A la hora de pedir la cuenta lo mismo, talar un arbol, fabricar el papel... lo de los cambios ni mencionarlo, que si llamar a la fábrica nacional de moneda y timbre, que si como está el euribor... vamos, que se toman la vida con una calma de cojones, eso si, de calma organizada nada, caótica calma.
Y de ahí la frase que una y optra vez sale de mis labios... "y encima tienen los santos cojones de declararle una guerra a Inglaterra" claro, ya entendemos por qué duró a penas dos semanas, que debió ser lo que tardaron en encontrar las Malvinas los argentinos, o en hacer un mapa, o vaya usted a saber, porque nos los imaginamos como Gila llamando al enemigo... en fin.... criaturicas...